La Fundación Miguel Echauri, siguiendo con la actividad que le imponen sus objetivos fundacionales, celebra ahora la segunda de las exposiciones dedicadas al pintor que la preside, que lleva por título La Pintura de Miguel Echauri II.
Nos llena de satisfacción ver que los objetivos propuestos en principio van alcanzándose poco a poco, a pesar de las dificultades, sin que disminuya ni nuestro deseo de avanzar ni la respuesta del público, que respondió ampliamente a la anterior convocatoria y disfrutó de la primera exposición.
Varios son los factores que diferencian la muestra actual de la anterior, celebrada a principios de este año. En primer lugar, el origen de las obras, pues si en la primera procedían de la colección de los hermanos Echauri, ahora son de distintos coleccionistas particulares, en su mayoría pamploneses, que han respondido con gran generosidad a nuestra petición, y cumplido el común deseo de que sus cuadros puedan ser gozados por el mayor número posible de nuestros conciudadanos. Estas familias, que en su día fueron las primeras que prestaron su apoyo a las obras de Miguel Echauri, adquiriéndolas, siguen dándoselo hoy al cederlas y compartir su disfrute con todos. Así, además, han querido participar en las labores, afanes y objetivos de la Fundación, por lo cual les queremos mostrar nuestro más sincero agradecimiento. En segundo lugar, las obras pictóricas que componen la presente muestra abarcan la creación de Miguel Echauri durante un espacio de tiempo más amplio que la anterior, pues van desde primeros los años de su creación, ya instalado en nuestra ciudad a la vuelta de su etapa americana, hasta prácticamente nuestros días, con lo cual son casi cuatro décadas de creación las que aparecen representadas.
De esta manera, creemos que ha quedado muy clara la evolución de sus, llamémoslos así, dos periodos, el primero, cercano a las preocupaciones matéricas de los pintores de su generación, y el segundo, tras el punto de inflexión de 1986 que supuso la exposición Diálogos con la Piedra, en el que el dibujo presenta un mayor protagonismo y se consagran definitivamente sus temas, su visión peculiarísima de la realidad, su modo de hacer, tan reconocible, y ese sentido propio de pintar una realidad evocadora, con el tiempo y sus efectos como trasfondo, y su actitud esencialmente libre ante el mundo y su arte.
A pesar de esta diferenciación, no se produjo una ruptura entre ambos periodos, y la preocupación esencialmente pictórica ha sido la constante en ambos, como en el resto de su vida artística: el amor a los matices infinitos de los colores de las tierras, un uso bien sentido y efectista de la luz, el protagonismo del paisaje como elemento de elocuencia; la presencia casi mágica de objetos humildes en sus bodegones, los objetos de otros tiempos cargados de significación, auténticos despertadores de emociones, que resonarán de distinta manera según el corazón de cada uno de los espectadores; las atmósferas de tarde o de ocaso, de luces oblicuas; los cielos a veces amenazantes, que comparten emoción con el paisaje, las viejas que se confunden a veces con las ruinas, y quizás representen lo mismo…
Una exposición para recrearse en esa evolución pictórica, ese recorrido a lo largo de décadas que ha trascurrido desde paisaje terroso deshecho al bodegón de calderos y cebollas; desde los campos calcinados a las flores secas; el campo y el tiempo hermanados, y el mensaje de la pintura de Miguel Echauri, personal desde su origen y libre en cuanto a su destino.
Las técnicas empleadas en las obras que presentamos ahora son las habituales en el artista, el óleo sobre lienzo, y, normalmente en el caso de los cuadros de menor formato, sobre tabla. Queremos destacar la presencia singular de dos obras, dos trípticos, titulados Calcinadas e Identidad en el tiempo, de similar cronología, fechados en los últimos años de la década de los setenta. En ellos Miguel Echauri recurre a un procedimiento, consagrado en la pintura desde la Edad Media, utilizado, aquí como entonces, para solemnizar unos lienzos por medio de su agrupamiento e interrelación, aumentando así sus posibilidades espaciales y expresivas.
En cuanto a los géneros, se encuentran bien representados los que Miguel Echauri ha cultivado a los largo de su carrera: el paisaje, el bodegón, o mejor dicho, la personalísima composición de objetos inanimados, muchas veces piedras, que singulariza a nuestro autor, la figura humana, sus mujeres cubiertas, cobijadas, plenas de simbología y sugerencias, y un género mixto en el que se combinan los anteriores mediante el recurso de abrir una ventana por la que se ve el paisaje, o situar dentro del cuadro otro en el que se represente una figura o, a su vez, otro paisaje.
Se trata, en suma, de una interesantísima exposición en la que se aúnan la calidad de las obras expuestas, su representatividad dentro de la evolución artística de Miguel Echauri, que queda bien ilustrada en sus distintos periodos; y la novedad que supone en cuanto a su exhibición, al tratarse de obras que se encuentran todas ella en colecciones particulares y ahora pueden ser contempladas por el público, en su mayor parte por primera vez.
Junto a ello, la publicación del corresponidente Catálogo continúa la labor iniciada en el anterior, con el que se va enriqueciendo la labor de inventario de la obra de nuestro artista, y continúa la serie que queremos se complete con dos exposiciones cada año, hasta formar una colección editorial que contenga, como deseamos, la totalidad de la obra de Miguel Echauri.
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