Aunque sea con retraso, incluimos aquí la estupenda crítica que ha realizado Pedro Luis Lozano y publicada en el Diario de Navarra, acerca de la exposición de Matías Quetglas que se celebró durante los meses de mayo y junio de en la galería de la calle San Antón, 6 de Pamplona:
ARTE Pedro Luis Lozano Uriz
Herencia
Matías Quetglas
Sala: Fermín Echauri 2
Horario: Hasta el 4 de julio. Lunes
a viernes 10:00 a 14:00 y 17:30 a 20:00.
Dijo Paul Valéry que “lo más profundo del hombre es la
piel.” Una frase singular que bien podemos recordar ante la nueva exposición de
Matías Quetglas en la galería Fermín Echauri 2.
La piel desnuda de unos seres monumentales es la esencia de
esta exposición. La piel como territorio, como espacio y como campo pictórico.
La piel como elemento visible de un cuerpo, de una forma, de un alma.
Matías Quetglas, uno de los pintores realistas más
reconocidos del panorama español, recurre en sus cuadros a una iconografía muy
mediterránea que de inmediato nos evoca a Maillol, a Picasso y en definitiva a
la gran herencia clásica que, tras su naufragio hace siglos, sigue llegando a
nuestras costas, desde las olas eternas del Mare Nostrum.
Los cuerpos rotundos y voluminosos de Quetglas desbordan el
espacio de manera heroica. Desbordan no solo el marco pictórico en el que se ven
encerrados sino también su propia dimensión corporal, de tal manera que los
apéndices: manos, pies, piernas… se ensanchan y agrandan como si una potencia
interior les obligase a expandirse más allá de sus propios límites.
Esa expansión corporal interior y ese atrapamiento espacial exterior,
provocan que las figuras de Quetglas se retuerzan sobre sí mismas, se
contraigan y se anuden, creando tensiones formales y visiones extrañas que
rompen la mímesis tradicional. El resultado es un toque surrealista de
inquietud y anormalidad.
El equilibrio, base de la figura clásica, se rompe entonces
en desequilibrios varios de forma y espacio. En cierto modo, las figuras de Quetglas
ponen de manifiesto la eterna lucha entre lo apolíneo y lo dionisiaco. Entre el
hombre y el monstruo, entre la naturaleza y el sueño peligroso de la razón.
Pero Matías desea que sus cuadros crezcan. Deja a sus
mujeres, sus niños y hombres desarrollarse en el espacio y permite que ese
crecer sea libre y por lo tanto descontrolado. Como un padre cariñoso acepta
que sus hijos pictóricos progresen con libre albedrío, dando ocasión a
distorsiones y errores pero logrando con ello, que sus figuras tenga una
personalidad original, propia y auténtica.
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