Este es el texto completo del magnífico artículo titulado "Simbiosis" de Pedro Luis Lozano Úriz, publicado en Diario de Navarra el pasado viernes 4 de enero, en la página 49:
Caín y Abel fueron los dos primeros hermanos de la historia y su rivalidad es de todos bien conocida. Ahora bien, afortunadamente no todas las relaciones fraternales acaban como la de nuestros antepasados bíblicos. Ese es el caso, desde luego, de los hermanos Echauri, Fermín y Miguel que, desde hace ya varias décadas, vienen formando un tándem bien acreditado en el ambiente artístico de nuestra ciudad.
El valor de su criterio estético es reconocido por propios y ajenos y ambos saben que el secreto de su éxito radica, en gran medida, en ser fieles a un público a quien ambos han sabido conquistar con su gusto, su calidad artística y su quehacer recto y constante. En cierto modo es por ese conocimiento de que la sociedad les ha apoyado a lo largo de los años, por lo que ahora, a modo de legado, los dos hermanos han decidido deleitarnos abriendo las puertas de su casa.
La visita al palacio barroco que alberga la Fundación Echauri es de obligado cumplimiento. No cabe duda que es un presente para la ciudad de Pamplona que tiene la ocasión de ofrecer a sus ciudadanos y visitantes una oportunidad de entrar en un cierto oasis estético. La calma y elegancia de las distintas estancias de este hermoso edificio son una invitación a sumergirnos en otro tiempo, a olvidarnos de las prisas cotidianas y ruidos callejeros y en definitiva a recordar el valor de disfrutar de la existencia, a través del placer de los sentidos.
Equilibrio es tal vez la palabra adecuada para sintetizar todo cuanto encontraremos en nuestro recorrido. Sin duda el oficio de Fermín se detecta en cada detalle, en la cuidada selección de tonos y colores, en la disposición de los espacios y sobre todo en la sabia combinación de los cuadros respecto al resto de piezas de la colección. Ésta, por cierto, es un conjunto de obras cuidadosamente seleccionadas que conforman un todo, casi vivo, en donde no hay estridencias, protagonismos ni disonancias. La casa se nos presenta como un solo elemento armónico, ecuánime y sostenido.
En este espacio la obra de Miguel Echauri respira tranquila. No necesita esforzarse para ser vista. Se ordena de manera natural en cada estancia, mostrando su potencia visual sin necesidad de alharacas extremas. La luz tan trabajada, los paisajes y bodegones se alternan en armonía, permitiéndonos disfrutar de sus detalles y de las sugerentes imágenes que se esconden tras su aparente realismo.
El retablo que en último término domina la visita es, sin lugar a dudas, un espléndido final. Como en sus referentes cristianos este conjunto culmina el conjunto de los espacios siendo, al mismo tiempo, resumen y homenaje no solo de la obra conjunta de ambos hermanos sino también, en gran media, del propio palacio y de su hermosa escalera vertebral.
Como siempre, nuestro gran amigo y gran especialista, da en el clavo...
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